Genética del riesgo

Javier Sampedro. El País

Los psicólogos les llaman "buscadores de novedades", y son esas personas que anteponen las experimentación a casi cualquier otro valor. Unos se tiran en paracaídas, otros navegan ansiosamente por la Red, otros visitan todos los días varias veces la librería o la tienda de discos para que el último cambio de tendencia no les pille desprevenidos. Suelen ser muy receptivos a los anuncios de tabaco, y muy propensos a probar cualquier droga, y a engancharse a ella.

Como cualquier otro rasgo de carácter, la búsqueda de novedades se debe a una interacción compleja entre los genes y el entorno. Un importante factor genético está en el cromosoma 11, y probablemente corresponde al gen DRD4, implicado en los flujos cerebrales de dopamina, uno de los neurotransmisores que estimulan los circuitos cerebrales del placer, y uno de los que tienen una relación más directa con la cocaína, las anfetaminas y otras drogas.

Los buscadores de novedades suelen llevar versiones de baja actividad del gen DRD4. Eso implica que la dopamina tiene menos efecto, y que el individuo experimenta menos placer que la media ante las situaciones habituales. Por eso, los buscadores de novedades tienden a entregarse a las actividades de riesgo. Sólo así consiguen el high de dopamina que las demás personas obtienen con una simple puesta de sol. Las drogas son un truco químico para conseguir ese mismo high sin necesidad de que ocurra nada especial en el mundo de ahí fuera. ¿De dónde han salido esas nefastas variantes del gen DRD4? ¿Por qué persisten en la población. si son tan inconvenientes?

El equipo de Robert Moyzis, del centro de desarrollo infantil de la Universidad de California en Irvine, ha encontrado la respuesta (American Journal of Human Genetics, 74:931). Han comparado el gen DRD4 en las poblaciones de todo el planeta y le han aplicado las técnicas matemáticas de la biología evolutiva. Examinando un gen y sus aledaños cromosómicos, los evolucionistas pueden deducir cuándo surgió una de sus variantes, y cómo se ha propagado por la población humana. Los resultados de Moyzis son asombrosos.

Las variantes del gen DRD4 asociadas a la búsqueda de novedades surgieron hace 50.000 años, justo antes de que la actual especie humana, el Homo sapiens, saliera de África para colonizar el resto del mundo. Al principio eran muy raras toda mutación surge en un solo individuo, pero se propagaron rápidamente por toda la especie. Y llevan en su secuencia las marcas inconfundibles de una fuerte selección natural darwiniana. Esto quiere decir que aportan alguna ventaja a su portador: o mejoran su capacidad de supervivencia, o su capacidad de reproducción, o ambas.

Curiosamente, las variantes normales del gen también han experimentado selección darwiniana. Por eso los buscadores de novedades siguen siendo una minoría de la gente en cualquier región de la Tierra. Cada sociedad humana parece haber encontrado una proporción óptima entre los normales y los buscadores de novedades. Debe haber una razón para ello. Según Moyzis, las épocas tranquilas y estables seleccionan las variantes normales –la gente tranquila que no se arriesga fácilmente-, pero los tiempos duros, caracterizados por la escasez de recursos y por cambios muy rápidos en el estilo de vida, favorecen las versiones asociadas a la búsqueda de novedades. Viene a ser como tener unos cuantos exploradores en la tribu. Si aquí se ha acabado la comida, la única salvación es que los amantes del riesgo se jueguen la vida para buscar otro sitio mejor.

DRD4 es el gen de los tiempos duros. Sus versiones normales permiten una vida plácida. pero no garantizan la supervivencia en épocas turbulentas. Los mutantes adictos al riesgo pueden muy bien haber salvado a la especie de su extinción. La historia de la humanidad está llena de poetas que murieron jóvenes.

La teoría de activación cognitiva del estrés

Cuando el rendimiento de un deportista se acerca al nivel de experto el entrenamiento se vuelve estereotipado, con baja incidencia de las reacciones emocionales, los procesos cognitivos en estas situaciones son muy importantes para desarrollar las tareas con eficacia. En un estudio con paracaidistas, la confianza en sus capacidades para la realización del salto apareció antes que el nivel de maestría en la tarea. El sentimiento subjetivo de ser capaz de realizar el salto con pericia fue lo que redujo el estrés (Eriksen, 2005). En el deporte de competición, el uso de estrategias activas de afrontamiento se ha asociado con un mayor grado de control percibido y de satisfacción con los resultados (Gould, 1993; Pensgaard y Roberts, 2003). El deportista responde positivamente a un clima centrado en el desarrollo y la mejora, no sólo los buenos resultados son motivadores. La percepción de control sobre la situación competitiva ha demostrado ser importante junto a las experiencias previas del atleta. El clima orientado a la tarea apoya la autonomía individual como factor importante para crear expectativas de resultados positivos (Bandura, 1982; Ntounamis y Jones, 1998).

Las emociones en el deporte
    La respuesta afectiva placentera podría estar relacionada con el ejercicio físico como un fenómeno multidimensional donde existirían respuestas agradables y desagradables (Ekkekakis, 2005). Los moderadores de esta sensación agradable hacia la actividad física parecen tener relación con la activación de centros cerebrales encargados de regular las respuestas de placer. Podría tener una vinculación evolutiva, ya que aquellos animales más dotados para la actividad física interrelacionan más ampliamente con el entorno, recibiendo una ventaja biológica con ello (más territorio para alimentarse y aparearse). Boecker (2008) observaron que el sistema mesolímbico dopaminérgico se activaba haciendo crecer el nivel de euforia en ratones que corrían dentro de ruedas giratorias.
 
    Para el propio Ekkekakis (2005) la actividad física mejora aspectos fisiológicos y psicológicos, con repercusiones positivas sobre los estados de ánimo. El tipo de actividad, sin embargo, determina que sea placentera o desagradable. La actividad física moderada, es homogénea, placentera y con baja influencia de los factores cognitivos, se encontraría por debajo del umbral aeróbico-anaeróbico; esta sería la actividad física que nuestro cerebro reforzará (Ekkekakis, 2008). La actividad física de alta intensidad, es variable, placentera o desagradable y con una alta influencia de factores cognitivos para su valoración y afrontamiento; sería la que se encuentra en la transición umbral aeróbico-anaeróbico. La actividad de intensidad severa, aquella que se encuentra por encima de la transición aeróbico-anaeróbico, es homogénea, desagradable y tiene una fuerte influencia de factores fisiológicos y cognitivos. (Ekkekakis, 2005; 2008, 2009)
 
    Los atletas experimentados pueden elaborar un diseño base estable de la producción de energía necesaria para mantener la potencia a lo largo del ejercicio, retroalimentando y regulando momento a momento, con el fin de asegurar la finalización de la tarea. Si bien entendemos que el estado fisiológico del deportista tiene una alta contribución en este proceso, no es menos cierto que los estados emocionales juegan un importante papel también dentro del Modelo No-Lineal de la fatiga neuromuscular (Girard y Miller, 2008). Las sesiones de preparación enseñan al deportista a seleccionar las estrategias óptimas de intensidad, asociándolas a un nivel de emoción adecuado para cada ejercicio y duración.
López, M. J. El estrés, la ansiedad y las emociones en el deporte desde un punto de vista evolutivo: alostasis versus carga alostática.

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